Un actor de Hollywood famoso por su coprotagónico junto a Mel Gibson en Arma Mortal. Un presidente latinoamericano armado de petrodólares y dispuesto a usarlos para aumentar su influencia internacional y exportar su sueño bolivariano. Esta historia podría ser el guión de alguna película clase B de Hollywood, pero en realidad refleja algo muy distinto: el alcance de la llamada petrochequera del presidente venezolano, Hugo Chávez, a la que su rival, Henrique Capriles, ha prometido poner fin si gana las elecciones del 7 de octubre.
A pocos días de unas elecciones clave para la región, la polémica en torno a la petrochequera se coló con fuerza en la campaña y en varias capitales latinoamericanas beneficiadas por la política de Chávez, marcada por una densa red de convenios y acuerdos de ayuda a gobiernos aliados y hasta actores amigos.
La historia cuenta que a mediados del 2007, un Hugo Chávez todavía envalentonado por su amplia victoria en las elecciones presidenciales de fines del 2006 recibía al actor Danny Glover en Caracas y se comprometía a financiar una película épica sobre el líder independentista haitiano François Dominique Toussaint-Louverture. Para concretar el proyecto, la Asamblea Nacional venezolana aprobó un presupuesto de 19 millones de dólares para actividades cinematográficas, una parte de los cuales se usarían para costear la película, que según lo acordado sería dirigida por el propio Glover y se filmaría en Venezuela.
Este caso es uno de los cientos que ilustran cómo Chávez, al amparo de un precio del petróleo que durante parte de sus más de 13 años en el poder rondó máximos históricos, destinó miles de millones de dólares a financiar proyectos internacionales afines a su socialismo del siglo XXI. Los proyectos conforman una mezcla variopinta que va desde una donación de 30.200 dólaresa una escuela de la India para construir un edificio que llevaría el nombre de uno de sus héroes, Simón Bolívar, hasta la construcción de una refinería en Nicaragua y la entrega de petróleo a Cuba a precios fuertemente subsidiados.
Ya en la recta final para las elecciones, la campaña de Capriles denunció durante un acto en Caracas la semana pasada que con varios de los fondos destinados a estos países se podrían haber construido al menos 15 hospitales, 9 escuelas y más de 200 viviendas para los venezolanos, y estimó en 260.000 millones de bolívares (60.465 millones de dólares al tipo de cambio oficial) el monto que a su juicio Venezuela ha “regalado” a otros gobiernos durante la era chavista.
El tema se ha convertido en uno de los caballitos de batalla de Capriles, que ha prometido que si llega al poder Venezuela no va a “regalar ni un barril de petróleo más». “El que es amigo de Venezuela, es amigo de Venezuela, no hace falta comprar a los amigos y mientras haya personas con necesidad en Venezuela ese petróleo es para el pueblo”, dijo Capriles en un acto de campaña donde presentó sus propuestas en materia petrolera.
“Convenio no significa regalos. No vamos a regalar más el petróleo de los venezolanos. Esto significaría 164.000 millones de dólares y ese dinero, todos estos recursos a dónde van a ir, ¿a comprar tanques de guerra? No, mi hermano. ¿Van a ir para asfaltar las calles en Nicaragua? No, mi hermano. Un país con las reservas de petróleo en Venezuela, no puede tener gente pasando hambre», disparó.
Las promesas de acabar con la petrochequera esconden cierta retórica electoralista, ya que tocan una fibra sensible en muchos venezolanos, disgustados porque perciben que la riqueza obtenida con la renta petrolera es usada para financiar proyectos políticos de otros países y no para mejorar su calidad de vida, muy golpeada por la alta inflación y las elevadas tasas de inseguridad. Capriles ha sido esquivo en decir cómo lo haría y como casi todos los desafíos que enfrenta, hacerlo no sería fácil ni rápido, debido a que hay compromisos asumidos, sobre todo bajo el paraguas de Petrocaribe.
La petrochequera ha sido un pilar fundamental de la política exterior de Chávez. Proyectos como el ALBA y Petrocaribe se han convertido en instrumentos para exportar su revolución bolivariana al resto de América Latina y el Caribe, a tal punto que en muchas capitales de la región sus líderes ruegan que siga en el poder para no perder el acceso al petróleo barato. El caso más visible es Cuba, donde Venezuela es el principal benefactor gracias a generosos convenios forjados bajo la amistad de Chávez con Fidel Castro.
Chávez se inclina por describir su estrategia como una forma de solidaridad entre los pueblos y como un contrapeso a los tratados de libre comercio que impulsa el neoliberalismo. “Estamos obligados a seguir avanzando, América Latina, el ALBA, que es punta de lanza de la unidad verdadera, plena y perfecta entre nuestros pueblos”, dijo Chávez en un discurso en La Habana por el décimo aniversario del Convenio Integral Cuba-Venezuela.
Cuba es quizá el caso más emblemático de la petrochequera, pero los tentáculos de esta estrategia llegan a lugares tan distantes como la India, y por qué no, a Hollywood.
Más de cinco años después del encuentro entre Chávez y Glover, la película todavía no se empezó a filmar, algo que según promete la productora del actor podría ocurrir el año que viene. “No querrá escuchar esas historias, podría escribir un libro solamente sobre el proceso de intentar hacer una película sobre la revolución haitiana, pero el proyecto todavía está vivo” contó Glover en una entrevista con el diario británico The Guardian en mayo de este año , ajeno probablemente a la polémica en torno a la petrochequera y a la guerra de encuestas en Venezuela.
*Artículo publicado originalmente en Asuntos del Sur